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Capítulo 9.
TRATAMIENTO

Una vez sentado el diagnóstico de fibrosis glútea es preciso establecer la conducta terapéutica a seguir. Ésta va a depender fundamentalmente de la edad, de qué músculos estén afectados y del grado de evolución de la lesión.

Si bien se han descrito casos que cursaron favorablemente de forma espontánea [16, 45], lo cual hace dudar que se trate de verdaderos cuadros fibróticos, no se discute la necesidad de tratar este proceso. Para ello podemos recurrir a un tratamiento conservador o quirúrgico.

TRATAMIENTO CONSERVADOR

Distintos autores [15-18, 21, 71-73, 82, 84] han tratado la fibrosis glútea mediante aplicación de fenómenos, curas posturales con férulas enyesadas o distintas ortesis, calor irradiado, cinesiterapia pasiva y activa, etc.

Los resultados obtenidos han sido desalentadores salvo en contadas ocasiones [15, 17, 21]; es más, dada la limitación funcional con que cursa esta lesión y las características anatomopatológicas y etiopatogénicas de la misma, la búsqueda de una mayor movilidad a base de maniobras forzadas puede determinar una rotura fibrilar, que curará con una cicatriz fibrosa y, por tanto, con un agravamiento del cuadro, por lo que la cinesiterapia en caso de hacerse debe ser progresiva. A este respecto, Howard [72] describe dos casos de fibrosis glútea yatrogénica como consecuencia de una terapia con yesos correctores.

No obstante, se sigue utilizando este tipo de tratamiento:

TRATAMIENTO QUIRÚRGICO

Está indicado en los casos en que la limitación funcional alcanza tal grado que dificulta la realización de una actividad diaria normal o en aquellos otros que cursan con episodios repetidos y/o persistentes de dolor.

Para establecer el tipo de intervención a realizar hemos de tener el mejor conocimiento posible de la extensión y ubicación de la lesión, así como de sus características anatomoclínicas; de este modo evitaremos errores terapéuticos como el presentado por Howard [72] -«un caso de fibrosis glútea tratado mediante osteotomía desrotatoria»- y reducir el riesgo de variar los criterios de tratamiento ante los hallazgos que de forma sorprendente suelen aparecer.

Dada la pérdida de elasticidad tisular con que cursa este proceso y el acorta miento musculotendinoso que ello comporta, el tratamiento de elección es el alargamiento quirúrgico de los músculos afectos.

Para ello se coloca al paciente en decúbito lateral u oblicuo contralateral. con la cadera opuesta en ligera flexión y la rodilla de ese mismo lado flexionada 90 grados, quedando la extremidad que se va a operar en extensión y descansando la pierna sobre un saco de arena. Esta posición mantiene distendidos los músculos isquiotibiales y glúteo mayor contralateral y nos permite distender los músculos isquiotibiales del lado afecto, a la par que nos ofrece la posibilidad de movilizar en rotación neutra o interna la extremidad sobre la que actuamos, y valorar de este modo el grado de corrección conseguido.

Una vez inducida una anestesia general, con la precaución de no usar derivados de la succinilcolina en aquellos casos que presentaban o habían presentado unos niveles bajos de colinesterasa, se procede a una nueva exploración del paciente. Ello nos ha permitido constatar que el 35 % de los casos diagnosticados de fibrosis glútea «típica» presentaban, una vez perdido el tono muscular, un resorte fascial, y como en numerosas «caderas en resorte» no se lograba tal salto.

El abordaje quirúrgico se realiza habitualmente mediante incisión posterolateral: iliotrocantérea de Gibson y Osborne [17, 19, 20, 65, 68, 71, 73, 78], arqueada por detrás del trocánter mayor [14, 16], oblicua [81] o de Moore [47]. Cuando se presupone una afección concurrente del músculo tensor de la fascia lata y/o cuadríceps se puede recurrir a una incisión anterolateral de Watson Jones que nos proporciona un mejor campo operatorio para este caso. También se ha sugerido la utilización de una incisión arqueada sobre cresta ilíaca [88] o múltiples incisiones cortas [19].

Al escindir el plano celular subcutáneo llama la atención, por una parte, la gran vascularización existente en la zona, por lo que se hace imprescindible una reglada y sistemática electrocoagulación y, por otra, el aspecto deslustrado y seco que posee (fig. 98), sin duda alguna fruto de una infiltración de tejido fibroso.

En el interior de esta capa hemos identificado en cinco ocasiones sendos granulomas por cuerpo extraño debido a inyecciones intramusculares previas, hecho también referido por Houmai [17], Esteban [21], Hang [65] y Cubells [86]; en un caso se encontraba calcificado.

La separación de este plano del músculo aponeurótico subyacente es difícil al estar íntimamente adheridos; tal es la dificultad que encontramos en esta labor que el despegamiento lo realizamos habitualmente con periostotomo, pudiéndose comprobar macroscópicamente la presencia de condensaciones de tejido conjuntivo, tanto en su espesor (fig. 99) como en la vecindad de la fascia, donde se forman septos de unión entre ambos planos (fig. 100).

Un amplio despegamiento, si bien conlleva el riesgo de producir hematomas posquirúrgicos, seromas e incluso necrosis cutáneas, nos pone en evidencia las zonas musculares afectas y la ubicación y tipo de la fibrosis, lo cual nos permite observar cómo la masa glútea se encuentra descolorida [47] con zonas de colóración pardusca o blanquecina, propias de una infiltración adiposa o fibrosa, respectivamente.

Fig.98

Fig. 98. El tejido celular subcutáneo (*) se encuentra «seco» y «deslustrado».

Fig.99

Fig. 99. En el espesor de la grasa subcutánea se pueden observar láminas o tractos fibrosos.

Fig.100

Fig. 100. El tejido celular subcutáneo se encuentra íntimamente unido a la fascia lata por abundante tejido fibroso.

Fig.101

Fig. 101. Nódulo fibroso en la porción proximal del músculo glúteo.

Aunque la fibrosis muscular es siempre difusa, puede condensarse formando nodulos (fig. 101) o bandas (fig. 102). La situación de dichas concentraciones fibrosas suele ser la parte proximal del músculo glúteo mayor [16, 20], el cuadrante craneomedial de la nalga, la vecindad de la inserción sacroilíaca de dicho músculo (fig. 103) y las fibras más distales del mismo junto al tendón femoral. En ocasiones, se puede apreciar una banda fibrosa que cruza el músculo desde la cresta ilíaca hasta la línea áspera del fémur [66, 88] (fig. 102), como si fuera una prolongación craneal del fascículo longitudinal del tendón femoral del músculo glúteo mayor (fig. 104), en tanto que otras veces hemos visto una banda fibrosa transversal en la fascia profunda del glúteo (fig. 105), por encima de la cápsula [88], que simula dividir al mismo en dos mitades: superior e inferior [14]. Por último, la fibrosis fascial también suele asentar en el espacio existente entre el músculo glúteo mayor y el músculo tensor de la fascia lata, donde llega a alcanzar más de medio centímetro de grosor [20]. Las fibras de la fascia lata, sinuosas en torno al trocánter mayor (fig. 106), pueden alcanzar tal grado de tensión que quedan hendidas en la vecindad del mismo (fig. 107), constituyendo una de las causas del bloqueo articular.

Los abordajes antes mencionados tienen una serie de inconvenientes entre los que destacaremos dos: de una parte, se precisa una incisión de gran longitud para exponer las áreas de condensación fibrosa y de mayor tensión tenomuscular y, por otra parte, la ubicación de dichas incisiones las hace antiestéticas.

Fig.102

Fig. 102. A) Fibrosis glútea en forma de banda en el plano más superficial del músculo glúteo mayor (*). totalmente diferenciada e independiente de la fascia muscular, particularmente rechazada (**). B) Banda de tejido fibroso presente en la fascia muscular del músculo glúteo mayor.

Fig.103

Fig. 103. Esquema de las zonas en que el músculo glúteo mayor presenta una mayor infiltración fibrosa.

Fig.104

Fig. 104. Banda de tejido fibroso en la cara profunda del músculo glúteo mayor. (Θ) Inserción femoral de dicho músculo

Fig.105

Fig. 105. Banda de fibrosis transversal dispuesta en la cara profunda del músculo glúteo mayor, dispuesta proximalmente respecto al trocánter mayor ((*)).

Fig.106

Fig. 106. Disposición sinusoide de las fibras de la fascia lata, delimitando de esta forma el relieve del trocánter mayor (©)•

Fig.107

Fig. 107. Depresión de las fibras de la fascia lata vecinas cranealmente al trocánter mayor ((*)).

En la actualidad realizamos una incisión arqueada (fig. 108 B y C) de trazo paralelo a la cresta ilíaca y al borde del sacro, de amplitud variable, cuya situación puede establecerse sobre una línea equidistante del trocánter mayor y de la cresta ilíaca.

Si bien dicha incisión presenta un inconveniente (entraña una cierta dificultad, fácilmente subsanable, para observar y actuar sobre las fibras anterodistales del músculo glúteo mayor), tiene una serie de ventajas:

Muchas veces los hallazgos operatorios pueden resultar sorprendentes e inesperados y, por tanto, no sería posible estar prevenidos para ejecutar un determinado tipo de intervención, por lo que habría que estar preparados para cambiar el criterio intervencionista mediante alguna improvisación a la vista de las nuevas circunstancias no previstas, hecho así destacado por Esteban [21]. Sin embargo, la información que nos puede facilitar una rigurosa exploración clínica -la ecografía y las modificaciones morfopatológicas observadas con la radiología y la tomografía axial computarizada- mengua la sorpresa y nos permite tener una idea preconcebida de la conducta que vamos a seguir.

Para identificar intraoperatoriamente qué haces musculotendinosos son los responsables de la limitación del arco de flexión y rotación interna coxofemoral, basta realizar una sencilla maniobra: flexionar la cadera en rotación neutra o interna, lo que determina la aparición de una depresión supratrocantérea (fig. 107) o retrofemoral (fig. 108 bis) que tiene su origen en las zonas de mayor fibrosis (fig. 101).

Fig.108a

Fig. 108. Abordaje al músculo glúteo mayor, según técnica personal. Dada la disposición de la incisión (B), queda generalmente oculta por la prenda interior (A y C). El nervio ciático mayor (♦) está muy protegido a este nivel.

Fig.108b

Fig. 108 bis. Al flexionar la cadera se produce una depresión por detrás del trocánter mayor ((*)), determinando dos relieves, uno anterior del vasto externo (Reí. V.E.) y otro posterior correspondiente a las fibras carnosas del músculo glúteo mayor (GM).

Fig.109

Fig. 109. Abultamiento de la cara posterolateral de la raíz del muslo, secuela habitual tras la desinserción distal del músculo glúteo mayor.

Una vez puestas en evidencia las estructuras que se encuentran acortadas se procede a realizar un alargamiento de las mismas, lo que se consigue de muy diversas maneras:

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